SÍNDROME
DE ESTOCOLMO
DEFINICIÓN,
HISTORIA, DOMÉSTICO Y LABORAL
RELACIONES EXTRAÑAS ENTRE VÍCTIMAS Y VICTIMARIOS
Por
Elena Luz González Bazán especial para Historia
Latitud Periódico y Villa Crespo Digital
13
de octubre del 2018 *
Este
trabajo fue publicado en octubre del 2005, en este tiempo
muchos han consultado sobre este tema en nuestro portal, por
ello, nos pareció importante hacer un relevamiento
un poco más abarcador: como el que puede tener también
en las situaciones domésticas y en el contexto laboral.
Este
síndrome fue vértice para dar explicaciones
a una etapa negra en la Argentina, que fue justamente, la
última dictadura militar (24 de marzo de 1976 –
10 de diciembre de 1983).
Por
lo tanto, este trabajo trata esa problemática política
y social que atravesó la sociedad, la implantación
del terrorismo de Estado y sus efectos: uno de ellos fue el
SINDROME DE ESTOCOLMO.
Protagonizada, en su mayoría, por mujeres que se involucraron
sentimentalmente: secuestradas y secuestradores. Torturadas
y torturadores, violadas y violadores. En este escenario complejo
hubo una cantidad de casos no desdeñable, no encontrando
respuestas satisfactorias a dichas conductas.
Aquí nos adentramos en qué es el Síndrome
de Estocolmo, su historia, casos resonantes, incluido actuales
EL
INICIO DE LA HISTORIA
Se
inicia con sus protagonistas Kristin y Olafson, y un final:
la unión entre captor y secuestrada.
Se afirma que: Expuesto a situaciones límites, el instinto
de supervivencia lleva al ser humano a recurrir a impensadas
formas de preservar su existencia: desarrollar lazos de afecto,
con aquel que la amenaza, es una de ellas.
Por esto se confirma que, este Síndrome de Estocolmo
es el nombre por el que se conoce un curioso efecto de identificación
que, en ocasiones se da entre el secuestrado y su secuestrador.
LA
HISTORIA
En
el mes de septiembre de 1973, Clack Olfsson toma como rehenes
a todos los se hallaban dentro de una institución bancaria
en Estocolmo, la capital de Suecia.
Para quienes fueron sus rehenes, pasó a ser una persona
por la cual abogaron sus propios capturados. Su buen comportamiento
y la justicia de los móviles que lo llevaban a hacer
esa toma hicieron que los propios prisioneros pidieran por
su libertad.
Pero,
indudablemente, en aquel 1973, lo que más quedó
fue la imagen de un hombre y una mujer besándose y
que conmovió al mundo. La fotografía no hubiera
causado sensación si no fuera porque fue captada durante
la liberación de la toma de rehenes en el banco de
Estocolmo, Suecia; y tuvo como protagonistas a Kristin y Clack
Olofsson secuestrada y secuestrador respectivamente.
Tiempo más tarde, la prensa dio a conocer un final
de telenovela: la mujer había roto su compromiso matrimonial
para unirse definitivamente a su ex captor. Pero, podemos
agregar que la identificación de Kristin llegó
al límite, pero los otros rehenes también se
sintieron identificados con su apresador.
A medida que se fueron conociendo casos, la ciencia médica
y psico – sociológica fue adentrándose
para dar una caracterización a esta realidad.
Por
ello, se tejió una teoría psico-sociológica
a la que se denominó Síndrome de Estocolmo en
recuerdo del primer caso estudiado.
EL
SUCUESTRO DE PATRICIA HEARST
Pero,
en realidad, el término y la propia problemática
se popularizaron con el secuestro de Patricia Hearst, descendiente
del emporio Hearst.
En este caso Patty, nacida en San Francisco en 1954, nieta
de William Randolph Hearst, magnate de la prensa norteamericana
y promotor de la prensa amarilla, fue secuestrada por el Ejército
Simbionés de Liberación, surgido en California
en 1973. Pidieron un rescate exagerado, la familia entregó
alimentos para los pobres por un valor de 6 millones de dólares.
No hubo noticias hasta el 5 de abril de 1974, cuando con un
rifle de asalto es fotografiada y con una indumentaria y aspecto
físico diferente. Se sostuvo que había cambiado
sus ideas a las de los raptores. Se libró orden de
captura y en septiembre del año siguiente fue apresada.
Más
tarde, en el juicio, el 20 de marzo de 1976, Patricia Hearst
sostenía que fue encerrada, cegada en un armario, que
fue abusada física y sexualmente, y que por estos motivos
decidió colaborar y comprometerse con el grupo subversivo.
El jurado la condenó y luego fue indultada por el entonces
presidente Bill Clinton.
Debido a este hecho y, anteriormente, el caso de Kristin y
Olofsson, que mostraron las mismas connotaciones emocionales
y prácticas, se lo bautizó como Síndrome
de Estocolmo.
A
nivel psicológico los especialistas lo explican como
“una estrategia inconsciente de supervivencia que
se da en casos de extrema indefensión”.
Las guerras, dictaduras y grandes genocidios son, quizás,
las situaciones límites que mejor ilustran la definición
del término. Según la Licenciada Alejandra Bo
de Besozzi, psicoanalista especializada en catástrofes
colectivas afirma que: “en estos casos el ser humano
llega a adaptarse a cualquier circunstancia en pos de preservar
la vida. Ya no están en juego los valores o la ética,
sino el instinto de supervivencia”.
En
este sentido, los especialistas coinciden: cuando existe Síndrome
de Estocolmo, el oprimido tiende a sentirse agradecido hacia
su opresor porque éste le perdona la vida y termina,
sin darse cuenta, identificándose con sus conductas
y pensamientos. “Esta identificación tiene
que ver con una situación de extremo desamparo psíquico”,
explica la Licenciada Bo de Besozzi, “a nivel inconsciente,
se produce una regresión al desvalimiento del nacimiento,
un apego emocional a la figura del opresor para mantener la
vida”.
El
captor toma una figura paterna: es el que da de comer, el
que “cuida” y el que establece los límites.
Una vez que están libres, los rehenes que pasan por
este estado suelen también relativizar los hechos o
justificarlos.
Para la Licenciada Mónica Dohmens, especialista en
psicología jurídica y victimologia y especialista
en Violencia Familiar de la UBA, cualquier persona puede padecer
este síndrome. “Una personalidad más lábil
va a estar más expuesta, pero nadie está exento
porque la imposición del otro es muy fuerte. Uno queda
sometido ciento por ciento a sus decisiones: mi vida o mi
muerte están en sus manos”, afirma.
EN
EL CASO DE LA VIOLENCIA FAMILIAR
El
concepto de Síndrome de Estocolmo se usa también
para describir la situación de una mujer víctima
de la violencia familiar (Síndrome de Estocolmo Doméstico,
SIES-d); o para referirse a las sociedades que son víctimas,
pero cómplices, de gobiernos autoritarios.
“En
el ámbito doméstico, el encierro no siempre
es metafórico”, asegura la Licenciada Dohmens,
“incluso puede llegar a darse el cautiverio. A veces
un marido golpeador encierra a su mujer con llave”.
El denominado SIES-d presenta además la particularidad
de darse en el seno del hogar, con actores unidos por un vínculo
previo. “Pero sigue siendo una relación basada
en el abuso de poder del que manda -en este caso, el marido-
que es el que fija la ley, como el secuestrador en el secuestro”.
Además
la especialista resalta que en ambos casos se observan características
en común: cautiverio (aún si la persona no está
literalmente encerrada pide permiso para todo), dependencia
emocional, sometimiento y una relación ambivalente
afecto - violencia.
El
victimario, por su parte, recurre a diferentes métodos
para manipular a la víctima, el marido para obtener
información sobre su mujer y el secuestrador para pedir
dinero, ver con qué integrante de la familia le conviene
hablar o ejercer presión”.
UN
CASO EN BUENOS AIRES
Uno
de los rehenes tomados en la sucursal Flores del Banco Itaú,
en julio del 2001, contó públicamente que las
pizzas que él y el resto de los rehenes compartieron
con sus secuestradores fue como una comida entre amigos. Ese
no fue el único absurdo de las cinco horas que duró
el encierro. Uno de los captores dejó salir a una chica
que tenía un parcial en la Facultad y hasta se mostró
preocupado porque su rehén no había estudiado.
Otro integrante de la banda ofreció $ 100 a uno de
los cautivos para pagar la cuenta del celular que le había
usado y le pidió que atendiera los llamados de la madre
y la tranquilizara, así es el relato de la crónica
policial.
Vale
aclarar que los asaltantes recalcaron en todo momento que
“le estaban robando al banco y no a la gente”.
Incluso, de acuerdo al relato de un testigo, uno de ellos
explicó que “le faltaban $ 3.000 para terminar
de construir la casita”. La Licenciada Bo de Besozzi,
afirma que “en la Argentina influye, además,
una identificación que tiene que ver con ‘ponerse
del lado de', porque hay una subjetividad social que vale
para todos: todos nos sentimos vulnerables a la exclusión
social. Esa implicancia hace que todos nos sintamos amenazados
y el capturado termine hermanándose con el sentimiento
de su captor”.
En
esto de identificarnos de un lado o el otro, hagamos una digresión,
se visualiza a nivel político actual, se está
con un lado u otro del espectro político, se es golpista
o popular. Se desmerece a aquellos que, teniendo una visualización
más clara de la realidad política, no tienen
compromiso ni con los denominados populares o los golpistas,
simplemente porque no hay dos facetas en estas realidades
sino porque los captores son eso, y no todos los capturados
se dejan llevar por la actitud mentirosa del captor, muchos,
miles, no se transforman ni transformaron en exponentes del
Síndrome de Estocolmo.
DE
TIPO IDEOLÓGICO: CASO EN BAGDAD
La
identificación de la víctima también
puede ser de tipo ideológico, tal como sucedió
con las italianas Simona Toretta y Simona Pari, secuestradas
por un grupo de iraquíes mientras desarrollaban tareas
humanitarias en Bagdad, Irak. Sanas y salvas declararon, públicamente,
compartir las ideas de sus captores y se mostraron comprensivas
con los motivos de su propio secuestro, calificado “de
guante blanco” por el trato “cordial” que
recibieron.
OTRO
CASO EN COLOMBIA
La
liberación de la ex candidata colombiana Ingrid Bentancourt
tomada como rehén junto a su amiga y compañera
de fórmula Clara Rojas, quienes, en pleno cautiverio,
se producirá una fuerte desavenencia, y no volverán
a comunicarse entre ellas.
El suceso fue que Clara Rojas mantiene una relación
con un guerrillero de las FARC, de quien queda embarazada
y tiene un hijo.
Cualquiera
sea la causa del Síndrome de Estocolmo, las consecuencias
son muy similares. “Muchas personas empiezan a padecer
pánico o agorafobia, por miedo a que el episodio se
repita”, explica la Licenciada Dohmen. Pesadillas, flashbacks,
cuya traducción sería destellos otra vez de
lo vivido, insomnio y reclusión también son
comunes a quienes han coexistido la experiencia de mantener
un vínculo estrecho con sus victimarios. “Algunos
secuestrados necesitan asistencia, pero otros no quieren hacer
un tratamiento y, finalmente se recuperan” explicaba
Dohmen. En cambio, para Bo de Besozzi “la persona se
adaptó a cosas que violentan la autoestima y provocan
humillación, vergüenza. Por lo que estos hechos
no pueden ser narrados a nadie, excepto al terapeuta, por
la valoración social negativa que implican”.
En todos los casos el tratamiento parece ser el mejor
camino para evitar que los efectos postraumáticos se
prolonguen en el tiempo y el patrón del vínculo
se repita en situaciones futuras.
VOLVIENDO
A LA VIOLENCIA FAMILIAR
La
situación de violencia contra la mujer ha crecido,
esto lo podemos verificar en distintas estadísticas
y relevamientos que hemos ya ampliamente desarrollado en otros
trabajos periodísticos.
En el informe del 2017 de la Oficina de Violencia Familiar
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación arroja
que: Durante el año 2017 fueron atendidos por los Equipos
Interdisciplinarios de la OVD un total de 10.723 casos. Asimismo,
se respondió a un total de 4.101 consultas informativas,
relativas al funcionamiento de la Oficina y/o a la normativa
vigente, y a 78 referidas a situaciones de violencia cuya
jurisdicción es ajena a la Ciudad de Buenos Aires (Consultas
Extrajurisdiccionales). Fueron derivadas a la Oficina de atención
a las víctimas de violencia de género de la
Defensoría General de la Nación ubicada en la
OVD un total de 336 consultas.
Desde
hace unos años, la prensa nacional ha comenzado a tratar
más seriamente estos temas, crecen las denuncias por
maltratos y ha subido el porcentaje de muerte de mujeres a
manos de sus parejas o maridos.
Por
otro lado, diversos factores contribuyen a que los contornos
del fenómeno se expongan a la luz pública pero
en muchas ocasiones el silencio de la víctima y el
mutismo, a pesar de observar el problema, de quienes le rodean,
obstaculizan la búsqueda de soluciones.
Cuando se produjo el caso de Wanda Tadei y la muerte de ésta
joven mujer a manos de su pareja quien procedió a quemarla,
lamentablemente y denunciado por la Casa del Encuentro, los
casos de muerte de mujeres a manos de sus parejas que imitaron,
este maltrato extremo, fue creciendo.
Entre
los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre esta
humillación que está sufriendo se encuentran
diversos procesos paralizantes generados y mantenidos por
el miedo, la percepción, por parte de la víctima,
de una ausencia de vías de salida de la situación
de tortura, y la carencia de recursos alternativos, sobre
todo en el caso de mujeres con hijos que no vislumbran, por
causas variadas, un apoyo externo viable.
Montero,
Presidente de la Sociedad Española de Psicología
de la Violencia de España, asevera lo siguiente: En
muchos casos puede observarse que tanto mujeres de perfil
social considerado más independiente como aquellas
otras de dependencia más ligada a un núcleo
familiar del tipo que sea, comparten la reacción paradójica
de desarrollar un vínculo afectivo gradualmente más
fuerte con sus agresores, llegando al punto de asumir las
excusas esgrimidas por el agresor tras cada paliza y de aceptar
sus arrepentimientos, retirar denuncias policiales cuando
han tenido un momento de lucidez y las han presentado, o detener
procesos judiciales en marcha al declarar a favor de sus agresores
antes de que sean condenados.
Esto
verifica que el síndrome de Estocolmo, continúa,
es un conjunto de reacciones psicológicas observadas
en personas sometidas a cautiverio mediante las cuales las
víctimas acaban manifestando una paradójica
adhesión a la causa de los secuestradores, estableciéndose
cierto tipo de procesos de identificación entre rehenes
y captores e, incluso, desarrollándose lazos afectivos
y de simpatía en el marco del contexto traumático
del secuestro. En muchos aspectos, es posible establecer un
paralelismo muy claro entre la emergencia de vínculos
paradójicos en experiencias de personas sometidas a
secuestro y en mujeres que sufren violencia en la intimidad,
a modo de un Síndrome de Adaptación Paradójica
a la Violencia Doméstica.
AISLAMIENTO
En
este sentido, Montero dice que: Igual que las personas en
períodos prolongados de aislamiento durante un secuestro,
las mujeres maltratadas sufren una exposición constante
al miedo que provoca la agresión física continuada
en su espacio íntimo. Los iniciales estados agudos
de ansiedad se cronifican pasando a generar cuadros depresivos
que se unen a las claves traumáticas del escenario
de violencia para producir una configuración en donde
la mujer, cada vez más aislada del mundo seguro que
conocía junto a su pareja íntima, comienza a
perder la noción de una realidad que ya no reconoce.
La ruptura del espacio de seguridad en su intimidad, consecuencia
de la conversión de su pareja de referente de seguridad
y confianza a fuente de agresión y peligro, será
el eje de desorientación sobre el que pivotará
la incertidumbre acerca de cuándo y porqué se
producirá la siguiente paliza. La mujer, ante estas
perspectivas, pierde la capacidad de anticipar adecuadamente
las consecuencias de su propia conducta y cede, cada vez más,
a la presión de un estado de sumisión y entrega
que le garantiza unas mínimas probabilidades de no
errar en su comportamiento. El agresor mostrará momentos
de arrepentimiento que contribuirán aún más
a desorientar a la víctima y a incrementar la auto
culpabilización de la mujer. La incapacidad de la víctima
para poner en práctica recursos propios u obtener ayuda
externa para disminuir el riesgo de agresión impulsará
a la mujer a adaptarse, vinculándose paradójicamente
a la única fuente que percibe de acción efectiva
sobre el entorno: su pareja violenta.
Para
ello, disociará las experiencias negativas de las positivas
y se concentrará en estas últimas, asumiendo
la parte de arrepentimiento de su agresor, sus deseos, motivaciones
y excusas, y proyectando su propia culpa al exterior de la
pareja, protegiendo así su debilitada autoestima y
modificando su identidad. Después, cada una de las
percepciones e informaciones que reciba la mujer pasarán
por el filtro del nuevo modelo mental que ha asumido para
explicar su situación, complicándose en gran
medida las probabilidades de extraer a esa víctima
del entorno de violencia. En mujeres con relaciones personales
muy limitadas al espacio doméstico, cuyas oportunidades
de intercambio en otros ámbitos estén restringidas,
la percepción de su espacio vital puede ser bastante
similar a la de un cautivo, concluía.
Todo
esto lleva a que este especialista español nos comentara
que en la Universidad Autónoma de Madrid, un equipo
de investigación dirigido por José Antonio Carboles
llevaba adelante un trabajo de campo para colaborar en buscar
las formas y métodos que contribuyeran a encontrar
procedimientos que desactiven dicho síndrome. Ya que
el mismo se detecta con facilidad pero desactivarlo es complejo.
Aquellos que primero se conecten con la víctima, ya
sea los centros de salud o bien juzgados o policías
u otros deben saber identificar el problema y darle apoyo
a la mujer para que salga de lo que se denomina: dinámica
circular que la mantiene expuesta a la agresión.
Hay
un tema que es claro para la mujer golpeada, maltratada y
es que se auto culpabilizan por la situación, que guardan
silencio sobre el maltrato, que justifican, que se avergüenzan,
que el vínculo afectivo es fundamental a la hora de
encontrar en los golpeadores un justificativo para hacerlo.
Aunque ella esté en condiciones deplorables luego de
la golpiza.
Los
especialistas hacen mención a la importancia del apoyo
social, la calidad de la información que reciban las
mujeres que son expuestas al maltrato y la forma que se trasmite
la información pertinente. Se necesita generar espacios
de seguridad que sustituyan a los que vive la víctima
golpeada y sometida.
EL
SINDROME EN LO LABORAL
Se
lo conoce al Síndrome de Estocolmo también como
Síndrome de Helsinki y puede ser rastreado en el ámbito
laboral.
Posee
características particulares, se encuentra estrechamente
vinculado a los sucesos que originaron su nombre, por eso,
sostienen los especialistas que: El síndrome de Estocolmo
Laboral no es otra cosa que la conducta de apego, identificación
e incluso vinculación psico-emocional del individuo
o grupo de éstos a empresas cuyas condiciones de trabajo
y/o estilos gerenciales son hostiles, inadecuadas e incluso
reprochables.
Afirman
también que el Síndrome de Estocolmo Laboral
se diferencia del clínico porque “la víctima”
no ha sido forzada o sometida a cautiverio por un tercero,
entre otras expresiones asociadas a éste, por el contrario
ha ingresado por su entera voluntad y se mantiene atada a
ese escenario ya sea porque es incapaz de concebir su vida
sin las presiones, maltratos y limitaciones que encuentra
en él o bien porque es absorbida por una cantidad,
a veces inverosímiles, de razones que le impiden deshacerse
del mismo, independientemente de que en ambos casos observan
ventajas dentro del escenario que coinciden con sus expectativas.
En
este sentido algunas estadísticas afirman que hay porcentajes
elevados de aceptación de este contexto represivo y
hostil, presuponen que hay que soportar esta situación.
En
el caso de nuestro país, la realidad de desocupación
abultada, a pesar de los anuncias presidenciales que fueron
una retahíla por muchos años, hizo que muchos
trabajadores y sin conciencia como tales, maniatados por amplias
burocracias sindicales y sin participación, seguramente
prefieren soportar antes que revelarse. En la actualidad el
temor a la pérdida de trabajo es también una
situación real.
En
este sentido, también podemos afirmar que muchos trabajadores
no luchan por sus reivindicaciones, y sin embargo, terminan
gozando de la lucha de sus compañeros.
En este caso ¿Cómo explicamos el
Síndrome de Estocolmo laboral?
En cuanto a la identificación emocional de los empleados
con las empresas forma parte de un trabajo publicitario y
de prensa de las mismas empresas, que fuerzan a los trabajadores
a que se involucren como si fueran dueños de la empresa
y sin embargo, son simples empleados, trabajadores.
Entre
las razones que arguyen pueden destacarse las siguientes:
•
Como conocen al jefe saben cómo manejar la situación
•
Hay pocas posibilidades de encontrar otro empleo en la actualidad
•
Con el tiempo uno se acostumbra
•
Es el estilo de la empresa
•
No hay otras opciones
•
Mejor esto que nada
•
Me gusta lo que hago, no la empresa.
El
síndrome de Estocolmo Laboral es un fenómeno
más común de lo que parece, se observa en personas
de todo tipo, nivel de educación, diferentes edades
y niveles de maduración, por lo general está
asociado a la baja autoestima, dicen los especialistas, pero
su característica más extraordinaria es la identificación
con un estilo gerencial que pone en riesgo su salud física,
mental y emocional.
A
esto debemos agregar, no poseen conciencia como trabajadores,
se sientan más allegados a la clase media, aquellos
que son empleados, que conformando parte del movimiento obrero,
porque estar enrolado colectivamente, los compromete.
En
definitiva, este Síndrome de Estocolmo puntualiza una
situación social profunda en distintos ámbitos
de la vida, pero que cada realidad se expresa independientemente
una de la otra.
La
captura de un rehén en un caso de secuestro con violaciones
y situaciones coercitivas duras, la violencia familiar, la
realidad social de humillación en el ámbito
laboral, no implican que haya de ninguna de las partes una
situación de libertad.
Forzar
no es sólo raptar, forzar es la extorsión que
se ejerce ante la falta de trabajo. Si no pensemos en el trabajo
en negro, en las conquistas laborales que se han despilfarrado
por parte de las patronales y las burocracias sindicales.
En todos los casos, no todos soportan y entran en las características
del Síndrome de Estocolmo, miles de secuestrados no
se enredaron jamás con sus secuestradores, miles de
mujeres golpeadas no permitieron los golpes, millones de trabajadores
no soportaron ni toleran el avasallamiento.
El
Síndrome de Estocolmo es una herramienta más
del sistema para doblegar voluntades, ya sea en la represión,
en la violencia familiar y laboral. Es un proyecto político
para doblegar, para poder explotar mejor a la sociedad.
Primera
versión publicada en este portal en octubre del 2005,
febrero del 2010. Actualizada: 28/03/2016.