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Informes - Investigaciones

BUENOS AIRES COLONIAL
CORRIDAS DE TOROS
EL 4 DE ENERO DE 1822 SE PROHIBEN DEFINITIVAMENTE
Parte II

Por Elena Luz González Bazán * especial para HISTORIA

4 de enero del 2024

LO QUE DIJERON PRESIDENTES Y POLÍTICOS SOBRE LAS CORRIDAS DE TOROS

En tal sentido, Bartolomé Mitre quien fuera presidente y el fundador del diario La Nación, expresaba: “Las corridas de toros, condenadas por la civilización, fueron abolidas por la revolución argentina, como la inquisición, el tormento y otras costumbres abusivas¨.

Por otro lado, en 1879, el también ex presidente, Domingo Faustino Sarmiento, siendo Presidente de la Sociedad Protectora de Animales, frena un intento de reimplantar las corridas de toros.
En los Ferrocarriles Argentinos, cuando se trasladaban animales en sus vagones de carga, había una frase que pertenecía al ex presidente Sarmiento: ¨Sea compasivo con los animales¨.

Unos años después, en 1883, el ex presidente Bartolomé Mitre vuelve sobre el tema y en tal sentido afirmaba: “son condenadas por la civilización argentina. Como la Inquisición, el tormento y otras costumbres abusivas”.

Ya en el siglo XX, otro ex presidente, en este caso Juan Domingo Perón, le niega en 1946, al “matador de toros” nacido en Buenos Aires, cuyo nombre era Raúl Acha Rovira, quien había gestionado para que Perón autorizara traer a nuestro país a dos famosos toreros de aquella época, “Manolte” y “Domingo Ortega”, con la intención, por supuesto, que torearan ante el público argentino.
Creyó firmemente que lograría la aprobación de su proyecto, y se embarcó en la compra de toros en Cádiz. Tenía el traslado organizado y casi comenzando las instalaciones que le serían necesarias, cuando se le informa de la negativa presidencial. En aquel momento, la Sociedad Protectora de Animales hace gestiones ante el entonces presidente para que no se lleve adelante dicho emprendimiento.

MAS PERLITAS SOBRE LA CONSTRUCCION DE LA SEGUNDA PLAZA PARA EL TOREO

El estilo arquitectónico era una majestuosa construcción de forma octogonal, que, aunque parezca mentira, en muchas ocasiones quedaba escasa, por la gran afluencia de público que había.
Su exterior era de mampostería revocada con cal y desde los espacios superiores se podía ver la Ciudad. Poseía todas las comodidades, como en España, tenía palcos en la parte alta, guardabarreras, burladeros y hasta una capilla.
Hay que tener en cuenta que al ser un espectáculo tanto para los más desposeídos como para las clases altas, la diferencia social se notaba en lo ofrecido para cada una de esas clases sociales.

Asimismo, la entrada costaba entre dos y tres pesos.
Lucía la madera en sus palcos y gradas, estaba rodeada por ancha y doble galería, que, con la barrera interior, también de madera, formaba una circunferencia.

LOS PALCOS de la clase pudiente.

Estos palcos, estaban reservados para familias “distinguidas” y adineradas, se les garantizaba la privacidad, por ello, tenían puertas y llaves para su uso exclusivo.

¿Cómo se la veía en aquellos tiempos a la Plaza de Toros?

Hay un documento de 1805 que informa que: ¨la Plaza de Toros de Buenos Aires excede en hermosura y firmeza a cualquiera de Europa¨. Es importante destacar que, a metros de la actual Plaza General San Martín, en la que fuera la plaza de toros, participaron y actuaron, tanto toreros criollos, como españoles que llegaban de Europa y de otras poblaciones de la América española.

RETIRO TOROS

LA CALLE FLORIDA Y EL TELEGRAFO MERCANTIL

Esta era la calle empedrada en esos tiempos, era, evidentemente, el camino más utilizado para llegar a la plaza. Por otro lado, en el Telégrafo Mercantil se anunciaban los espectáculos: “El jueves 12 del corriente, en celebridad del cumpleaños del Rey nuestro Señor, se dará una corrida de toros, habiendo ido a buscarlos Mariano Ponce al Rincón de Noario, más allá del Salado, de donde siempre han salido buenos”. “Se lidiarán 12 toros si el tiempo lo permite”.

Es importante destacar, que en general, en Buenos Aires y en lo que sería la conformación de nuestro país, el fenómeno popular de las corridas de toros, que se enancó desde 1609 a 1819, no fue tan vibrante como en otras ciudades de nuestro continente.

La primera vez que se presenta una corrida de toros en la Buenos Aires virreinal es el 11 de noviembre de 1609, cuando un grupo de toreros españoles, improvisan un rodeo en la Plaza Mayor, frente al Cabildo porteño. Fue un espectáculo montado y en ese momento, Hernando Arias de Saavedra, era teniente gobernador de la ciudad.
Posteriormente, en el XVIII, se realizaban estas corridas de toros para las coronaciones, los cumpleaños de los reyes y otras fiestas importantes. Hay un ejemplo, en 1759, en homenaje a Carlos III, se realizaron seis días de toreo en los que se mataron 150 toros.

Que se dice de esta actividad denominada el toreo.
El mismo era considerado un espectáculo secularmente tradicional, de clamorosa resonancia popular y núcleo de un rico complejo folclórico cuya “cultura” comenzaba con el empleo de un vocabulario propio y se gestaba en las haciendas rurales dedicadas a la cría de los animales de lidia, para irrumpir con una explosión de sonidos y colores en la ciudad.
En la actualidad es una faena reprobable y que no se practica desde 1822, a pesar de que hubo interesados en volverlo a introducir.

Si se quiere, el tema de la audacia era relevante, por ello, los toreros y sus técnicas y pases eran aplaudidas. La parte más dura del evento se daba, cuando, si bien el toro se lo aplaudía porque se negaba a amansarse, luego, se contenía el aliento cuando: “el espada” se preparaba para el golpe mortal y explotaba en vítores, aplausos y revoleo de almohadones, cuando la estocada certera, derrumbaba esos 600 kilos de coraje.
Fue un evento aplaudido por ricos y pobres.

PLAZA DE TOROS

Las Plazas de Toros de Buenos Aires fueron el centro neurálgico del espectáculo taurino.
Se combinaban las suertes y técnicas, la baquía y el arrojo, la elegancia y el constante riesgo de la vida. Las ondas folclóricas abarcan también los más dispares campos, desde la indumentaria a las supersticiones, de los cantares a los refranes, y se extienden a vastos sectores, no sólo populares, como lo prueban, por ejemplo, las “proyecciones” artísticas en niveles poéticos y plásticos.
Un entretenimiento donde se sumaron todos, en el caso de los más pobres, alrededor de pulperías que se fueron estableciendo, casas de juego y posadas: allí se encontraron: carreteros, changarines, negros esclavos y libertos, a los que pronto se sumaron malvivientes, vagos y prostitutas que poblaba las noches de sus alrededores, tornando el lugar, de pintoresco a muy peligroso. No por nada el pasaje que conducía a la plaza, era conocido como la “calle del pecado”.

En el caso de las familias pudientes: se regocijaban con este divertimento, pero a puertas cerradas en los palcos y solo para ellos.

LAS INVASIONES INGLESAS Y LA PLAZA DE TOROS

En 1807 se produce la segunda invasión a nuestras tierras por parte de los ingleses.
La Plaza de Toros será el escenario de duros combates, fue un lugar esencial para quienes defendieron Buenos Aires, y fue en ese lugar que se rinde el general Whitelocke.
Lógicamente, la plaza quedó maltrecha, tanto los muros como otras partes de la plaza fueron el testimonio de la invasión y la defensa llevada adelante.
Arreció la decadencia y ya comenzaba las críticas de los opositores a estos espectáculos, uno de los problemas era que se habían convertido algunas calles en callejones destinados al pasaje de las bestias hacia el toril (cuyas estampidas, pese al pánico fugaz, gozaban los vecinos), por la noche, adquirían una auténtica, pero sórdida fisonomía, aptos para medro de un mundo digno de la novela picaresca. Vagos y trúhanes, ladrones y “mujeres de vida aireada”, vivían como en su salsa a la sombra y en los recovecos de la Plaza de toros (por algo se conoció a ese lugar, como la ya nombrada “Calle del Pecado”.

Sobre finales de 1807, el Cabildo de Buenos Aires ordena la reparación de los desperfectos sufridos en la plaza de Toros del Retiro, luego de la lucha llevada adelante, la plaza es bautizada como “Campo de gloria”.

Siguieron los eventos de toreo, el 11 de marzo de 1817 se llevaron adelante corridas gratis para el pueblo, celebrando el triunfo de la batalla de Chacabuco, donde concurrieron seis mil personas.

SE APROXIMABA EL FINAL

En 1818 el Cabildo resuelve volver a demoler la plaza como reacción antiespañola, ya se había pronunciado la Independencia de España-
El Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón es quien da la orden.
En 1819 se suprimieron a instancias del gobernador-intendente interino Eustaquio Díaz Vélez, invocando el estado ruinoso en que se hallaba y la falta de dinero para hacerlo.
En tal sentido, la opinión de Bonifacio del Carril, en “Corridas de toros en Buenos Aires”, afirma que: en rigor, las razones que se tuvieron para ello eran políticas y no de seguridad. La Revolución de 1810, no toleraba la existencia de “cualquier vestigio de la barbaridad española”.
En el caso de Félix Luna, la Plaza del Retiro era “un monumento al oprobio”.

EN FORMA CLANDESTINA

En el ámbito de lo que hoy es la provincia de Buenos Aires, continuaron las corridas de toros, en forma clandestina, los interesados se reunían en las estancias y campos del interior, y las autoridades hacían la vista gorda.
Pero, el 4 de enero de 1822, el gobernador de Buenos Aires, coronel Martín Rodríguez, dispuso por decreto, la prohibición absoluta de las corridas de toros en todo el territorio de la provincia de Buenos Aires, bajo severas penas que se aplicarían tanto a los actores, como a los espectadores y aún a los propietarios del lugar donde éstas se desarrollaban.

EL FINAL LLEGÓ

En 1856, José Mármol era senador y elabora un proyecto que se transforma en ley y que fue promulgada por Dalmacio Vélez Sarsfield.
En la misma se establece la erradicación definitiva del toreo en estos territorios, expresando en sus considerandos, en un todo de acuerdo con los enérgicos reclamos de Sarmiento y Mitre, que no es de pueblos civilizados estimular esta bárbara costumbre, que afecta la dignidad del hombre y muestra una extrema crueldad hacia los animales.

Esta práctica que se llevó adelante en muchos lugares de nuestro continente, incluso durante el siglo XX, fue sin duda un entretenimiento colectivo, complejo y que dejó tanto expresiones de fervor como de repulsa. Donde la sangre fue un testimonio elocuente de ese divertimento.
 
Trabajo desarrollado en Villa Crespo Digital y Latitud Periódico, desde el 2015, ampliado para esta entrega.

FUENTES: arcón de buenosaires, diario La Nación, otras fuentes y fuentes propias.

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